Afición

Pecado capital

20 septiembre , 2009

«Perdónanos, Pep, porque no sabemos lo que hacemos». Algo así debería murmurar el buen barcelonista cada vez que se pierde un partido. Cada vez que trabaja a la misma hora en que juega el Barça. De hecho, hay soluciones: flexibilidad laboral, compensación de horas de trabajo perdidas, abandono de aquellos empleos que impidan seguir el segundo año de esta maravilla de la técnica. Lo que sea por los brotes verdes del Camp Nou.

…No consentirás pensamientos ni deseos impuros, no codiciarás los bienes ajenos y no te perderás ni un minuto de este equipo. El undécimo mandamiento es de cumplimiento obigatorio en la dorada era en que Messi sigue enamorado del balón y convierte cada acción en un desafío. Pero el barcelonista, frívolo e ingrato por naturaleza, se mete en un local cerrado sin televisión a la hora del partido.

Habrá que recordar que el primer pecado capital es, en efecto la lujuria: ese exceso carnal que hace a uno olvidarse de que nada es tan precioso como este prodigio futbolístico que, como todos, es caduco. El pecado es mayor ahora, cuando este equipo echa a andar y aún vacila y se equivoca. Cuando se estrena un nueve que no busca balones al espacio, cuando Henry debe demostrar que sigue siendo un digno titular de este equipo de leyenda, cuando está por descubrirse a este prodigio de la fealdad, a este Chigrinski, cuyos antepasados se cruzaron sin lugar a dudas con el último Austria, allá por el siglo XVII (http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Juan_de_Miranda_Carreno_002.jpg). Cuando está por ver si este Barça sigue hambriento.

Aún así, hay gente que se casa en sábado, con lo hermosos que lucen los trajes en jueves. Perdónanos, Pep.

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