Ecos

Tata

25 julio , 2013

Tatismo

«Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.»

Vladimir Nabokov, Lolita.
 

Un bisílabo con resonancias infantiles parece un buen inicio. Con él afrontaremos el año lejos de las inquinas neonuñistas, lejos también de la depresión por el adiós de Vilanova. Ta-ta, Ta-ta. Prueben, funciona: le limpia a uno la cabeza. Por alguna razón, la palabra invita al optimismo, incluso a pesar del agotamiento que se intuye en ese vestuario sobrealimentado. Ta-ta, y esto lo ganamos.

Es cierto que de nuestro nuevo líder no sabíamos nada hace 15 días. Cuentan que sus equipos muerden, que es muy competitivo, que hizo milagros en Newell’s y en Paraguay. Cuentan también, y eso es bueno de verdad, que no sólo se parece a Bielsa en el look de profesor de ciencias trasnochado  (y permitan que nos extendamos: esa estampa, qué hermosura: el fútbol también debería ser lugar para gente a la que no imaginamos en un salón de belleza).

Ocurre, además, que el Tata nos ha ahorrado la pereza de Villas-Boas, con quien sin duda Florentino tiene ardientes sueños repletos de libretos tecnificados, y de aquel otro, el vigoréxico, el que reserva su sonrisa para los ironmen. Gracias, Tata.

Y qué demonios: fíjense si es bueno, el Tata, que era el candidato de Messi. Parece que haya que ocultarlo o que eso sea motivo de vergüenza. No, señores. Pregunten a Merckx qué hacía en su Molteni. O a Jordan, que mandó más como escolta de los Bulls de lo que hace hoy como propietario de los Bobcats. Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Maradona: por supuesto que tomaban estas decisiones. En lugar de negarlo, La Bestia Parda, debería haberlo admitido y pedir un aumento de ficha por tomar responsabilidades que corresponden a Rosell, Bartomeu y Zubi, ese trío lalalá.

Pero volvamos al Tata. Es mirar esa cara desconocida y llegarnos el aire fresco. Es verle y recordar el tiempo en que, como dijo Di Stéfano en su era prenupcial, el entrenador era «uno que con un esparadrapo se ponía una E en la espalda». Es saber que lejos de tácticas y pizarras, la clave de todo está en que el Tata los agarre del pecho uno a uno y les convenza para que el Barça sea el Barça.

¿Tienen dudas? Insistan: Ta-ta, Ta-ta. Ta-ta.

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