FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
El pasado verano nos hartamos de oír decir al bueno de Usain Bolt que ya formaba parte de los más grandes de la historia del deporte después de su enésimo oro olímpico. Y oigan, máximo respeto al relámpago jamaicano de alegre vida, pero no podíamos dejar de pensar que no, que para pasar a la posteridad, al olimpo de los olimpos, hace falta tener algún rival monumental. Y Bolt nunca lo tuvo.
Me permito esta digresión porque aquí en el búnker nuclear (cuántos años crió polvo y arañas, cómo reluce desde el regreso del nuñismo) nos gusta pensar que el Barça, además de un fútbol vistoso y alegre y ofensivo y basado en tocar el balón como nadie lo hace en el mundo, tenemos una misión colosal: enfrentarnos a La Banda Club de Fútbol. No al Liverpool, no al Olympique de Marsella o al Inter o al Dortmund. No, nosotros elegimos como rival a esa máquina de dolor llamada Banda, a esa expresión del poder centralista, madrileño y españolísimo que tiene su origen en el mismo Abernabéu.
Es bonito pensar que nuestra existencia tiene un objetivo tan exigente, digno de Sísifo: derrotar a un club que cuando juega mal gana, cuando juega regular gana, y cuando juega bien ya se lo contaremos si algún día llegamos a verlo. Los Casemiros, ya lo vieron ayer, no necesitaron de la suerte para aplastar a la Juve. Cuando tras el descanso pusieron el plato grande para empezar a subir, se acabó: mucho vigor, campo inclinado, muchos jugadores con criterio y un escudo forjado para la destrucción y el aniquilamiento. Aunque los dos primeros goles vinieran de rebotes decisivos, fue una victoria justa, afirmación que no les recomendamos hacer en Baviera.
Pues bien, ésta es la magnitud del rival y de la obra a que nos dedicamos. En este cuadrienio de espanto, en este monólogo europeo que sólo interrumpimos brevemente, La Banda sumó una Liga y una Copa, por dos y tres el Barça. ¿Es eso consuelo? En ningún caso.
Lo ocurrido anoche nos carga de razones para seguir pidiendo a los dioses a cada nuevo sorteo que por favor nos toque el Madrí, porque hay cosas que no se pueden dejar en manos del primer lerdo que se cruza. Hay tareas sucias y difíciles que requieren del mimo de Busquets y Messi. Y tal vez a alguien le mejora la perspectiva de la temporada del Barça: hemos quedado a un nada de ganar la Liga y hemos ganado el doble enfrentamiento directo con un empate y una victoria. En el average general le hemos sacado +14 goles al Jardín Florido de Zizou: en la última década, sólo ocurrió una vez que el segundo tuviera mejor diferencia de goles que el primero, y sí, aciertan ustedes -le pasó al pobre Tata, con un +16 sobre el Atleti-.
Nos queda, por último, esperar que las imágenes terribles del Mal paseando otra orejuda, del Empujador de Goles, esa mentira a la altura de Lehman Brothers, reclamar otro Balón de Oro, que todo ello sirva para espolear al vestuario, para eliminar a cualquier inútil o a cualquier abúlico que no está a la altura de una misión como la que se espera de nosotros. Tal vez es el trabajo más difícil inventado jamás en el mundo del deporte.
Nos toca a nosotros y hoy hay una razón más para confiar: grandes cosas salieron del hambre y del búnker.
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