4-3-3

En busca del fuego

21 septiembre , 2018

Acaba el primer mes de competición y estamos donde imaginábamos. Seis partidos jugados y todos ganados, 20 goles a favor y cuatro en contra, un título ganado y, por supuesto, poca trempamenta.

La historia reciente y no tan reciente de este equipo (sintagma que comprende aquel colectivo humano donde uno encuentra a Busquets, Messi, y nueve camisetas azulgranas más) nos han convencido de que es tan competitivo que gana por inercia, sin grandes derroches, con a penas unos golpes de genio, profesionalidad y arranques de talento. Con lo cual, sabemos de sobras no sólo que podemos ganar y que lo más normal es hacerlo, sino que a pesar de todas esas Champions y brujería negra, miramos por encima del hombro al Mal.

Pero, ah, amigos. El maldito paladar. Ocurre que también sabemos que el Barça no es el Barça cuando no somete a sus rivales desde la medular. En cuanto el asunto lo dirimen Messi y Ter Stegen, malo. En cuanto la cosa se reduce a que nuestra simpática pareja de centrales cante lo justo, ay. Somos el equipo que con tres tíos en la zona ancha se hacía con la superioridad en todo el campo. Es cierto, era otra época, con Xavi e Iniesta. Pero resignarse conduce irremediablemente a vulgarizar nuestro juego. Y nuestra vida es demasiado corta: ho volem tot.

Tal vez lo mejor que ha ocurrido esta semana es escuchar a Chutinho admitit que está muy lejos de Iniesta. Ojalá lo diga en serio, ojalá todos los empleados del club se levanten por la mañana mirando a Coutinho, Rakitic, Arthur y Riqui con la idea de que si ellos lo hacen perfecto, el Barça será el Barça. Sólo así, desde esa perfección en la medular, seremos verdaderos candidatos a ganar la Champions. Y sólo así seremos algo más que la camiseta que se ponen cada domingo La Bestia Parda y Busquets.

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