Clásico

La magia de las últimas veces

1 marzo , 2020

Un pensamiento traidor se ha colado en la semana de San Paolo, de la vuelta de Messi, del regreso al Bernabéu. La Bestia Parda le metió cuatro al Eibar, y de pronto, la idea venenosa. ¿Y si fuera el último póquer del mejor jugador de nuestra vida? ¿Nos damos cuenta de que podría ser, de que no es tan obvio que vuelva a ocurrir? La semana siguió avanzando y los gremlins ya estaban ahí, cobrándose otra víctima. ¿Volveremos a ver a Suárez, quinto goleador de la historia del club, empalmar a la red? ¿Seguro?

Y aquí estamos, en vísperas de domingo de Clásico, de un choque de trenes, de trenes de 1964, en que puede dirimirse una Liga: con parecidas carencias y el triste empate de la ida, el average puede ser oro. La enésima victoria azulgrana igual acabaría de hundir a La Banda, ya tocada y comprobando en febrero que igual no fue buena idea dejar igual al bloque que acabó el pasado año a 20 puntos de Busquets. Serían seis puntos. Podría perfectamente ser definitivo ante el mesetario derrumbe.

Aunque nada de ello nos importa ya demasiado. El Partido, admitámoslo, ya no lo es tanto: el Madrí nunca fue tan Madrí como con Mourinho y su cártel de Sinaloa, el Barça nunca fue tan Barça como bajo la batuta de Guardiola y Xavi. Esta santa rivalidad no vive su mejor momento y todos nos encaminamos, cual secta milenarista, a una siesta multitudinaria y devastadora. Así es, hasta que la idea te pega el calambrazo de la nuca al dedo pequeño del pie izquiedo. Disculpen el lenguaje: ¿Cuántos partidos de Messi en el Cuernabéu nos quedan por ver? ¿Cuántas veces de verle esa mirada de androide que históricamente ha reservado para semifinales y finales de Champions y sí, también, para el Monte del Destino del fútbol mundial?

Uno no tiene respuestas. Uno intuye que lo jugado hasta ahora, las agresiones sufridas, el saco de goles que ha gritado en pleno Mordor, que todo lo que hizo es historia y lo recordaremos ya siempre. Pero, ¿cuánto más? ¿Así acaba esto? ¿90 minutos, tal vez 180, de barbarie rosarina?

Cuando mañana llegue el momento del sprint, de ese sprint que sigue desatando la desolación y el fin del mundo, veremos esas caras, en la grada, esas muecas, en la defensa blanca. Esa humildad y esa penitencia. Esas caras de quien siempre ha sabido que está viendo a Dios pero prefiere negar la certeza. Las caras de quienes saben que lo de Di Stéfano es el mayor atraco de un club que excele desvalijando furgonas. Y esa otra mirada. La del depredador que mata por instinto pero, muy de vez en cuando, no puede ocultar su puro placer.

Díganme, ¿cuánto más?

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