FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Tranquilo, como quien pasea por la Rambla de Catalunya con su mujer e hijos, Mourinho localiza a su objetivo y se aproxima, tranquilo a él. Cuando lo tiene a menos de un metro, emplea su mano buena, la derecha, para hurgar con el índice en el ojo de la cabeza pensante del Barça. En el momento de sentir la humedad de la córnea en contacto con su dedo, se le pone un inequívoco rictus de placer. Después, ante la falta de reacción violenta de la víctima -un desganado empujón-, el Delincuente Segundo del Tito Flo lanza un ataque desesperado lanzándole besos a Pito Vilanova, que le ignora. Mourinho acaba de explicar, en un gesto para la historia, qué es La Banda.
Eso ocurre instantes después de que Adriano, ese lateral calamitoso incapaz de despejar un balón, se encuentre con la pelota en el área del rival. Por instinto, la centra atrás, donde no llega el Delincuente Tercero. Allí aparece Messi. Tranquilo, reposado, como quien pasea a su mujer e hijos por la Rambla de Catalunya, acomoda su empeine para meterle al Señor Carbonero su 13º gol. La Bestia Parda no hace como debiera y se niega a hacerle un calvo a los delincuentes Cuarto, Quinto, Sexto, Séptimo y Octavo. Es el minuto 88 y lo celebra eufórico: el fútbol vuelve a imponerse al crimen, el cosmos sigue fluyendo. Besos a la afición y al escudo, gritos, mirada al cielo. Messi acaba de explicar, en un gesto mil veces repetido, qué es el Barça.
A La Banda, que lo fía todo a unos títulos que no gana, la salvará una nueva dosis de realidad virtual en los kioscos. Es obvio que no entienden otra cosa que el marcador: ni los valores, ni la sapiencia, ni la vergüenza, ni el arte. Tal vez acierten a comprender el santo testamento del profeta del fútbol. Y conviene recordarles que el 20 de noviembre y el 17 de abril tenemos una cita. No tengan la menor duda de que, ¡ay!, traeremos la minifalda.
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