Sí, amigos. Para algunos el de esta noche era el planazo de la semana. El planazo blindado y marcado en la agenda. ¡Marchando el bocadillo de truño! A pesar de todo, el 4-1, tercera sesión de spanking de la temporada, no nos deprime, porque la noche deja cuatro buenas noticias y una mala.
Extrardinario logro: Neymar, que falló algo así como cinco ocasiones de gol clarísimas, acabó el partido desquiciado por Hugo Mallo y algún otro defensa. Pero milagrosamente no agredió a nadie y evita la que iba a ser una sanción de 20 partidos que durante los últimos cinco minutos parecía cosa segura.
El Barça postriplete se las ha apañado para tener, tras nueve partidos, unos números dignos de equipo de media tabla aspirante a sufrir hasta la penúltima jornada. En efecto, sumamos 16 goles a favor y 16 en contra. Pese a esos guarismos lamentables, los resultados aguantan: dos derrotas estrepitosas, dos empates, una triste goleada y cuatro victorias sufridas, algunas ante equipos serios como el Atleti, el Sevilla o el Málaga. En este mes lamentable resulta un milagro haber logrado un título y estar sólo un punto por detrás de La Banda.
El tercer hallelujah del día es que efectivamente el vestuario habrá comprendido que esto que le ocurre es serio. Ya es evidente que encaja goles como en los peores tiempos del derrumbe Puyol-Piqué y que cuando el rival cruza la medular raro es que no acabe rematando a bocajarro. Eso ayudará a que alguien ahí dentro entienda que o se eleva la actitud y la seriedad, o no siempre La Bestia podrá remontarlo todo.
Tal vez les parezca raro que después de semejante baño salgamos aquí a reivindicar esto. Pero. A este equipo se le ven incluso en las vergonzantes derrotas que ha sufrido las costuras del campeón que es. Ataca y hace ocasiones con facilidad y las caras de los jugadores cuando encajan gol reflejan una indignación que no existe en los vestuarios que se han dejado ir. Busquen el rostro homicida de Suárez ayer. Vean a La Bestia después de tirar al palo o a Neymar planteándose seriamente arrancarle la cabeza a su lateral. O recreénse en la frase de Busquets del final del partido: «Su portero ha hecho una buena actuación». Ahí, con cojones, nuestro tercer capitán demostrando sin complejos que no tiene la más remota idea de cuál es el nombre del guardameta rival: el campeón de Europa no está para hostias y ya prepara la venganza.
Nos queda este triste y penoso trámite de escribir y leer la mala. Nada que no sepan.
Hace seis meses visitamos Balaídos y también nos cosieron a ocasiones, pero entonces sobrevivimos. Y en esto del fúngol no existen casualidad ni milongas: existe el hambre y la actitud, y la diferencia entre el 0-1 de entonces y el 4-1 de ahora es tremenda. En ese profundo abismo caben exactamente una Champions, una Liga, una Copa y una Supercopa de Europa. Por supuesto, ni podemos ni queremos cambiar todo lo ganado; nos queda rezar para que el vestuario no sea adicto al BDSM y para que la misma potra que nos ha acompañado en este primer mes de competición permanezca con nosotros hasta el nuevo año, cuando el fútbol será más fútbol y es de prever que al campeón se le apetezca sufrir de nuevo para volver a serlo. De lo contrario, amigos, ya podemos prepararnos para vibrar muy fuerte sólo entre semana.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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