Ferran ha tocado fondo (de los mónguers, para los mónguers)
Uno no sabe cuándo llegó a nuestras vidas el horror ético y...
Siempre nos caíste mal, y hemos ido a peor. Algunas cosas difícilmente tienen solución:
Pero mira, admitamos que durante unos años llegamos a pensar que a pesar de ser una infamia futbolística typical English y el mejor exponente de la plaga de petrodólares en el fútbol, igual os merecíais, aunque sólo fuera una vez, ganar la Champions. Por tres razones.
Y justo cuando creíamos que más o menos habíamos hecho las paces con vosotros, fuisteis y fichasteis a La Cosa. No nos malinterpretemos: gracias por llevaros a Sex del Barça, gracias por alejarle a hora y media de avión de Dios, gracias por todo eso. Pero lo nuestro con Sex es una carretera de una sola dirección que lleva al desastre, el mal rollito y las movidas del Código Penal. Sex, el que se piró con 16 años, en la que fue la última vez que tuvo prisas, a juzgar por el trote cochinero que arrastra desde entonces. Sex, por el que pagamos una pasta. Sex, el que trajo al Barça la cultura de la ETT. Sex, el que conspiró contra Guardiola. Sex, el que se creía mejor que Iniesta. Sex, con quien no habíamos de volver nunca a la cima.
Querido Chelsea, en nuestra historia hemos tenido de todo. En realidad os hemos dado mucho para el pelo, no siempre, qué queréis, sois ingleses, unos pobres aficionados gritones y anfetamínicos, pero lo cierto es que también nos habéis echado un par de veces, gracias a Gerard, sí, y a la increíble acumulación de potra que tuvisteis en 2012. Y ahora, cuando llega uno de los partidos más trascedentales del año y se despierta la anaconda, se nos apetece veros, ver a ese fenómeno llamado Hazard, y a Pedro, por siempre jamás uno de los nuestros, y queremos ver a la docena de musculosos y vigoréxicos y omnipresentes y extraordinariamente torpes futbolistas africanos que a buen seguro tendréis en el equipo.
Ahora, al oír la palabra Chelsea, hemos recordado lo difícil que es ganar en ese campo de barro vuestro, y lo difícil que es doblegar voluntades en Europa. Pero es decir tu nombre, Chelsea, ese nombre que tan bien le iría a un caniche repelente y gritón, y acudir a nosotros un pensamiento de barbarie, un pensamiento por el que no parece que nos vayan a dar el Príncipe de Borbonia de la Concordia.
Querido Chelsea, te hemos echado de menos.
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