Champions

Monstruos o bufones

14 febrero , 2018

Convendrán en que en las grandes historias los personajes o cumplen un rol o son penosos errores del guión. Y uno mira a este PSG y se debate: aún no nos ha quedado claro qué cojones pinta en esto del fútbol.

El pijo y fracasado equipo de una capital hermosa y antifutbolera no ha acabado nunca de decidirse. Durante unos pocos años, fue un bello escaparate, Rue Saint Honoré, estrellones como Ginola, Weah, Raí, Ronaldinho. Algo era algo. Durante mucho más tiempo ha sido un aparatoso y fallido intento de ser el gigante de un país, pero vio cómo poblaciones cutres como Lyon o mínimas como Mónaco le pasaban la mano por la cara. Por no hablarles de la feliz y triunfante mafia marsellesa. Y de un tiempo a esta parte devino escudería de camellos al servicio de un jeque con ínfulas.

El pasado verano, sin embargo, el PSG nos sorprendió: optó por el papel de supervillano, certificando el secuestro de Verratti y haciéndose con Neymar por una morterada asombrosa. Lo segundo tenía toda la lógica del mundo excepto por la equivocada elección de equipo del astro brasileño; lo primero se convirtió en un verdadero hito excepcional: un futbolista que está seis años en un club grandiosamente loser decide pirarse a un club superior que le quiere, lo hace público, y acaba renovando y pidiendo perdón en una comparecencia en que si no le estaban apuntando con kalashnikovs poco faltó. Para certificar la doble afrenta al Barça (como si pudieran borrar el polvo del siglo de ese 6-1) hicieron un twit sangrante coincidiendo con el fichaje de Neymar.

Bien, mensaje recibido, ahora sois malotes.

Lo que no ha quedado claro es si la ruina más lujosa del planeta fútbol será ese matón con perilla y pendientes que cae a la primera de un triste manotazo o si opta por el camino del mal verdadero y supera al rey de la Champions, ese al que una potra sobrenatural acompaña siempre, el que levanta títulos con el mismo esfuerzo que uno levanta la taza del váter antes de -prrrrr- una ruidosa deposición.

Lo cierto es que los dos escenarios apetecen: los presuntuosos que muerden el polvo siempre han generado buena literatura, los lerdos tragicómicos abundan en pressing catch. Pero mejor aún sería mirar a este PSG, con ese 10 nos hizo soñar y con el que bailamos la danza del triunfo, y comprender que su adiós también había de traernos grandes cosas. Mejor aún resulta pensar en ese enfrentamiento homérico y predestinado con el único dios que le mira desde arriba, el que en algún momento ha de mantener con su buen amigo, La Bestia Parda.

El microondas lleva una semana vomitando palomitas. Monstruos o bufones, todo se nos apetece.

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