Los nuestros

El pasito de Pedri

3 agosto , 2021

Cada estrella tiene su unidad de medida. Ronaldinho se contaba en sonrisas, Messi en alaridos, Xavi en cargolades. Bienvenidos a Pedri, el hombre que se cuenta por pasitos. Tras el prolongado éxtasis de todo un año que se resiste a terminar, convendrán que no hay jugada más suya que el balón dividido que gana por la sencilla razón de que se ahorra un último paso y en lugar de impactar con la buena, la diestra, lo hace con la zurda, la que era en la cabeza del rival no era sino el apoyo. Es el pasito a cámara lenta con que gana a todos por velocidad y es el arma letal de un tío que lo hace todo bien.

Desde que conocimos la anécdota de Pepe Mel («míralo, ahí va un millonario y no lo sabe»), desde que le vimos salir de un partido con una bolsa de plástico conteniendo sabe dios qué enseres rumbo a un taxi, desde que contemplamos su triste figura de inmigrante de los 40, nació con Pedri una ilusión: que tal vez Iniesta no fuera único, que tal vez el balón nos regale otros 15 años de prodigio estético. Y es cierto que no a cualquier niño se le puede comparar con el tercer gigante del mejor equipo de siempre, y que a Pedri no le hemos intuido el salvaje cambio de ritmo del héroe de Fuentealbilla. Pero si esta temporada abandonamos un otoño de un trienio y aterrizamos en primavera fue en parte gracias a su sapiencia de viejo, a su talento para leer tiempo y espacio, a su capacidad para hacer feliz a Messi con pases que nadie más en todo el campo vio.

No les negaremos que uno teme, suda en la noche y se pregunta si este sufrido maratoniano (la campaña #FreePedri nos produce llantos a cada nuevo meme) es para tanto. La duda es legítima: veníamos del Bou Embolat chileno y de la tractoreta croata. Pero lo cierto es que sin buscar el lucimiento personal, sin excederse en barbaries que le conocemos, Pedri tiene la gracia de hacer en la élite lo que nosotros no sabemos hacer en la pachanga, y eso es lo que hay que pedir a un futbolista. Cada vez que se gira, la deja correr, o dribla en seco nos recuerda por qué él está en el Camp Nou y nosotros en la Salle Gràcia en horario infantil.

A estas alturas de nuestro idilio hemos entendido que le sobran los recursos pero que de momento sólo emplea su conocimiento: su trabajo es que el juego fluya, arriesgar poco, buscar espacios, aparecer a la espalda de los rotweillers del pivote defensivo del rival. Su despliegue ha sido tal que hemos llegado a la conclusión de que es prácticamente ambidiestro, un caso raro en la elite -el último fue Dembélé, no confundirse, Pedri es el bajito, lento, flaco y bueno de los dos-. También hemos comprendido que lo más sobrenatural del personaje es que siempre elige bien, y qué bonito lo hace con un fútbol tan desnudo: de haber sido futbolista, el Nini de Delibes se giraría como Pedri.

La criatura tiene 18 años y en la Eurocopa ya demostró que estamos ante un elegido, alguien que hará de Tegueste un santuario como ya es Fuentealbilla. Qué tendrá ese juego, esa cadencia de viejo, ese aire isleño, que cada vez que le vemos nos suena de fondo el cabeza, rodillas, muslos y cadera. Todo lo tiene. Eso, y su pasito.

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